Stendhal (pseudónimo de Henri-Marie Beyle), fue quien dio la primera descripción detallada del fenómeno que experimentó en 1817 en su visita a la Basílica de la Santa Croce en Florencia y que, posteriormente, pasó a denominarse el Síndrome de Stendhal o Síndrome de Florencia.
Los síntomas de esta enfermedad psicosomática se caracterizan por causar un elevado ritmo cardíaco, palpitaciones e incluso alucinaciones cuando el individuo es expuesto a obras de arte, especialmente cuando éstas son particularmente bellas o están expuestas en gran número en un mismo lugar.
Tras estar algo más de una decena de días por la bella Italia, disfrutando de las enormes maravillas de la antigua Roma y su apasionante historia, gozando con la grandiosidad de la Roma Cristiana reflejada en sus innumerables basílicas e iglesias, deleitándonos con el mayor templo de la orbe católica y su estado Vaticano, saboreando cada rincón del barrio del Trastevere, así como regocijándonos con la ciudad del Renacimiento por excelencia donde divisamos algunos de los mejores museos de Italia, sus bellas catedrales e interesantes calles y plazas, o entusiasmándonos con la ciudad construida sobre el agua, sus calles, puentes y góndolas…
Después de recrearnos con todo esto podemos realizar la siguiente afirmación: Stendhal cometió un error. Algo pasó desapercibido a su vista o sencillamente no tuvo ocasión de visitarlo, porque el verdadero Síndrome del viajero (mal llamado Síndrome de Florencia) es el inigualable Síndrome de Asís.
Visitar este lugar en la región de Umbria, cerca de Perugia, ha sido de las mayores emociones que se pueden sentir en tierras italianas. El simple acceso por carretera a este bello territorio te hace presagiar que algo especial está presente en el lugar. Nada más llegar a sus extraordinarias calles (todo un modelo único de continuidad histórica de una ciudad con su paisaje cultural) te hace sentir una sensación inexplicable de paz interior. Pasear por sus calles es un gozo para el alma.
En nuestra vista a Asís pudimos contemplar maravillosos lugares como son la Iglesia de Santa Maria Maggiore, la inigualable basílica de Santa Clara, la histórica iglesia de Rivotorto, la noble iglesia de San Damian, etc… todo ello con un sosiego inusual de quienes vienen de visitar las más bellas obras de arte de Italia.
Aunque, sin lugar a dudas, los síntomas de la citada enfermedad psicosomática comienzan a aparecer cuando se accede a la Basílica de Santa Maria degli Angeli y se visualiza al fondo la Porciúncula. Aquella pequeña capilla que il poverello d’Assisi restauró con sus propias manos, aquella donde oyó la llamada de Jesús para que siguiera una vida de absoluta pobreza, la misma que se convirtió en su hogar y en el de sus primeros discípulos o aquella donde, sintiendo que se acercaban sus últimos días, fue la elegida para acoger su lecho de muerte.
La sintomatología de nuestro citado Síndrome sigue creciendo y alcanza exponencialmente su máxima expresión cuando visitamos la Basílica Papal de Asís, lugar elegido por el Santo para que descansaran sus restos, colina inferior de la ciudad donde habitualmente eran enterrados los “sin ley” y los condenados por la justicia, el lugar más sombrío…
Hoy ese mismo lugar es uno de los mayores centros de peregrinación de todo el mundo católico. Atravesar los escasos escalones que conducen a su cripta y rezar ante la tumba de San Francesco es el verdadero Síndrome de Stendhal, es decir, el auténtico Síndrome de Asís.